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LOS FÁRMACOS, LA ENFERMEDAD Y EL CUERPO EN ILEANA ESPINEL CEDEÑO

Actualizado: 13 feb 2020


Andrea Torres Armas

Guayaquil, Ecuador

Escritora y estudiante de Literaturade la Universidad de las Artes de Ecuador


¿El fin, la finalidad de escribir? Más allá de un devenir-mujer, de un devenir moro, animal, etc., mucho más allá de un devenir-minoritario, está la empresa final de devenir-imperceptible. ¡Oh, no!, un escritor no puede «ser conocido», reconocido.

Gilles Deleuze-Claire Parnet, Diálogos[1].


Ileana Espinel Cedeño (Guayaquil, 1933 - 2001), fue una escritora, periodista y crítica literaria ecuatoriana, cofundadora del Club 7 de poesía ecuatoriana, conformado por Carlos Abadíe, Gastón Hidalgo, David Ledesma, Carlos Benavides, Miguel Donoso Pareja y Sergio Román. Club 7 aparece en el panorama literario ecuatoriano el 8 de noviembre de 1953, con el texto «Acta de nacimiento», publicado en diario El Universo[2]. De acuerdo con Ángel Emilio Hidalgo, poeta, historiador y sobrino de Gastón Hidalgo, puede considerarse a los miembros de este colectivo como «continuadores del urbanismo heredado de Hugo Mayo»[3], lo que se dio debido al momento social y político que vivía la ciudad (incluyendo la influencia del boom cacaotero), y que contribuyó a una sensibilización en su mirada hacia las dinámicas urbanas.


Ileana Espinel Cedeño fue una escritora con gran influencia en el medio cultural, gracias, entre otras cosas, a su obra como columnista en un medio renombrado y por haber sido miembro de la Casa de la Cultura del Guayas en un entorno preeminentemente masculino. Entre sus obras publicadas constan, en coautoría: Poesía: Club 7 (Guayaquil, 1954); Triángulo (Guayaquil, 1960); Piezas líricas (Guayaquil, 1957); Generación huracanada (Guayaquil, 1969). Y, en solitario: La estatua luminosa y Poemas escogidos (Caracas, 1959); Arpa salobre (Caracas, 1966); Diríase que canto (Guayaquil, 1969); Tan solo trece (Guayaquil, 1972); Poemas escogidos (Guayaquil, 1978); y Solo la isla (Quito, 1995). Este breve ensayo abordará la presencia de la enfermedad, los fármacos y la muerte en su escritura poética.


María Auxiliadora Balladares, autora del texto «Ileana Espinel Cedeño: intoxicación y sobriedad», estudio introductorio a la más reciente antología poética de la autora, Con una Valium 10, señala que la obra de Espinel «es una de las piezas clave en la comprensión de al menos dos fenómenos relativos al devenir de la literatura ecuatoriana del siglo XX: el final del posmodernismo ecuatoriano y el inicio de una poesía dedicada a la exploración del ser y del cuerpo en relación con la enfermedad y el consumo de fármacos»[4]. Señala Balladares que la salud de Espinel siempre fue frágil y que se vio sometida al consumo de fármacos desde la adolescencia hasta su muerte.




De acuerdo con Rodolfo Pérez Pimentel, biógrafo, a los siete años Espinel ya había enfermado con difteria, a los nueve con bronconeumonía y a los diecisiete con cálculos al hígado[5]. Estos padecimientos se verán reflejados en versos como los que abren el poema «Balance mortal»[6], publicado cuando contaba con veinticuatro años:


Alma y carne gimiendo

un féretro esperando

a veces sin almuerzo otras veces sin cena

para honor de la glándula que engorda mi osamenta

tres litros diarios de agua de boldo para el mal.

[...]

la Nada desangrándose

y todo tan completo

tan humano

tan simple

como la luz el pus y las carcomas.


Espinel aborda aquí el cuerpo enfermo, la proximidad de la muerte y los remedios inútiles. La enfermedad como lugar de enunciación también está presente en poemas como «Tú sabes» (de Club 7, 1954)[7]:


Madre mía, tú sabes que cuando uno está enfermo

todo se dificulta:

Hacer. Pensar. Reír. Y amar.

Tú sabes muy bien que cuando uno está enfermo

todo se hace insufrible:

el ruido de la máquina. El chirriar de la puerta. Y la voz.


Balladares anota sobre este texto que Espinel Cedeño se dirige a la madre para reprocharle que sufra por la condición de enferma de la hija, cuando es esta misma condición de enfermedad la que permite una percepción ampliada, hiperestésica —diría yo—, del mundo. Esto también se encontrará en «Escaras» (de Tan sólo 13, 1972), poema en el que el cuerpo entero es una llaga, sumido en la constante de la enfermedad: «así enferma o insomne tantas veces»[8]; en el texto no solo se materializa el cuerpo doliente, sino también el espíritu escarado: «Porque ya eres lo único que gravita en mis días / sangro por tu dolor hora tras hora»[9], tristemente resignado a su condición.


Ligada a la enfermedad se encuentra la presencia de los fármacos que, a diferencia de autores como Charles Baudelaire o Walter Benjamin, quienes mantenían una estrecha relación con estos y otros psicoactivos como el cannabis y los opiáceos como medio de evasión o para «alcanzar de golpe el paraíso»[10], en Espinel la presencia de estas sustancias puede leerse desde dos ángulos: o por la significación social que se le ha dado al adicto o por la afectación a su cuerpo. En poemas como «Dislate con pastillas» (de La corriente alterna, 1973-78), Espinel Cedeño hace un recorrido por la dependencia de píldoras —todas legales y con sus nombres comerciales— cuyo consumo, socialmente aceptado, se asimila como efecto colateral de la enfermedad:


Dislate con pastillas

Pertranquil

Esencial

Pankreoflat

Flaminón

Peridez

Baralgina

Tioctán

Persantín

Buscopax

Irgapirina

mosaico adocenado

del templo drogadicto

que oficia diariamente

en mis entrañas

(todo para que el hígado

el insomnio los nervios

el músculo cardíaco

los dedos que hormiguean

retrasen los relojes

que marcan sin remedio

el infallable paso vencedor de la muerte)[11].


Esta no es una mera enumeración de píldoras, sino que se configuran como lo que activa el cuerpo, «templo drogadicto», afectado en los nervios, el corazón, el hígado, en suma, en totalidad. De igual manera, en «Valium 10», del poemario Tan sólo 13, de 1972, la presencia de la Benzodiazepina (nombre sistémico del Diazepam o Valium, nombre comercial) corresponde a los efectos que el consumo tiene sobre la psiquis, en este caso el Valium funciona como antiansiolítico y sedante:


Con una Valium 10 tu ser podría

ilusionar al ángel de la angustia

y convertir esa sonrisa mustia

en cascabel de pánica alegría[12].


Balladares señala que la sociedad es mucho más permisiva en cuanto a la adicción a drogas legales, ya que tiene otro tipo de implicaciones morales. En su introducción a El almuerzo desnudo, «Declaración: testimonio sobre una enfermedad», William Burroughs nos habla de una diferencia entre la droga que crea adictos (el opio y sus derivados, del demerol al palfium; la heroína, el eucodal, etc.) y los alucinógenos (LSD, marihuana, hongos) que incluso tienen una dimensión sagrada para algunos pueblos, particularmente en América. Las drogas, los fármacos incluidos, son «profano(s) y cuantitativo(s) como el dinero»[13]; sin embargo, el consumo de este tipo de sustancias no es moralmente condenado porque nos convierte en sujetos funcionales:


¡Ah, pequeña pastilla milagrosa

que levantas mis nervios de su fosa

con un responso de dopada fiesta![14]


Lo peor de la enfermedad o las adicciones no suele ser el padecimiento en sí mismo, sino la imposibilidad de explicar a los demás lo que se siente, el consiguiente aislamiento y soledad.


Finalmente, otro elemento ligado a los dos mencionados con anterioridad es la latencia de la muerte, la propia y la ajena, la simbólica y la física, presente con diferentes intensidades. Así, en textos como «Bajo el nocturno gris» (de Club 7, 1954) lo que se representa es la muerte del padre:


Bajo el nocturno gris de tu recuerdo, padre,

quiero decirte la honda e irremediable angustia

de este espíritu que es ave, constelación, sollozo

y floración divina deshojada en un árbol[15].


Sobre la muerte que ronda, que no es la propia, también está el suicidio de David Ledesma Vásquez, amigo íntimo, a quien dedica «Soneto para David» (de Arpa salobre, 1966):


SOLO podremos olvidarte el día

que perezca la raza del lamento,

que se hiele la faz del sentimiento,

que se angoste en el salón de la poesía.

[...]

Sólo podremos olvidarte el día

que la muerte nos traiga la alegría

de columpiar tu vértigo dorado...[16]


Ahora, la latencia de la propia muerte se puede hallar en textos como «Arte poética» (de Club 7, 1954) que se inicia con la muerte del yo poético:


Esta tierra que sangra bajo el cielo,

esta fe,

esta sed,

esta esperanza,

me han dado una

—vertical e intensa—

manera de morir[17].


Este sentimiento también estará presente en poemas como «Septiembre 2» (de Piezas líricas, 1957):


En mis años, mil siglos.

En mi todo, la nada.

En mi sala, tu vida visitando a mi muerte[18].


En estos versos la poeta se enuncia como una muerta en vida, como si pesaran sobre ella los siglos y la nada. Ocurre lo mismo en «La inefable ráfaga», también de Piezas líricas, en el que Espinel Cedeño escribe:


No es un llanto de amor lo que me duele.

Es mi vida en la muerte.

[...]

Es la razón absurda que me lleva

a desunir lo que armo.

A deshojar la fe junto a un deseo

ignorado y disperso.

A soñar cuando muero.

A morir cuando canto.


Esa estrofa condensa una consciencia plena de la relación escritura-muerte y, por lo tanto, pervivencia. En esos versos se aparecen la fe y el deseo de evasión de una realidad que lastima.


Por último, quiero señalar que este repaso ultra breve por la obra de Ileana Espinel Cedeño se ha centrado solo en tres de los múltiples elementos compositivos de su obra, porque están latentes en varios periodos de creación. Si bien el canon literario ecuatoriano ha sido eminentemente masculino —hasta los últimos años en que, afortunadamente, la literatura escrita por mujeres ha logrado la visibilidad que le corresponde por derecho propio—, Iliana Espinel Cedeño es una rara avis: se destacó en su propia época y ha alcanzado un lugar en el canon literario, tanto que uno de los festivales internacionales de poesía más importantes del país lleva su nombre. Ileana Espinel Cedeño introduce una forma de asumir el cuerpo enfermo como lugar de enunciación, y estetiza el sufrimiento en una época con otras preocupaciones.


Bibliografía

Balladares, María Auxiliadora. «Ileana Espinel Cedeño: intoxicación y sobriedad». Con una Valium 10. Quito: Centro de Publicaciones PUCE, 2017.

Burroughs, William. «Declaración: testimonio sobre una enfermedad». El almuerzo desnudo. Club Bruguera, Barcelona: 1980.

Ayala Plazarte, Freddy. «Ausentes metafísicas». Los 7 que fueron cinco, y viceversa. Quito: Efecto Alquimia, 2017.

Espinel, Ileana. Con una Valium 10. Quito: Centro de Publicaciones PUCE, 2017.

Hidalgo, Ángel Emilio en Richard Jiménez. La máscara transgresora: análisis e interpretación de la obra poética de David Ledesma Vásquez (1934-1961). Tesis de maestría en Literatura. Quito: UASB, 2014: http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/4080/1/T1459-MEC-Jimenez-La%20mascara.pdf.

Pérez Pimentel, Rodolfo. Diccionario biográfico ecuatoriano: http://www.diccionariobiograficoecuador.com/tomos/tomo11/e2.htm.

Ruiz Franco, Juan Carlos. Drogas inteligentes: plantas nutrientes y fármacos para potenciar el intelecto. Barcelona: Editorial Paidotribo, 2005.

 

1 Gilles Deleuze y Claire Parnet, Diálogos (Valencia: Editorial Pre-textos, 2004).

2 Freddy Ayala Plazarte (prólogo), «Ausentes metafísicas», Los 7 que fueron cinco, y viceversa (Quito: Efecto Alquimia, 2017), contraportada.

3 Ángel Emilio Hidalgo en Richard Jiménez, «La máscara transgresora: análisis e interpretación de la obra poética de David Ledesma Vásquez (1934-

1961)», tesis de maestría (Quito: UASB, 2014), 18: http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/4080/1/T1459-MEC-Jimenez-La%20mascara.pdf.

4 María Auxiliadora Balladares, «Ileana Espinel Cedeño: intoxicación y sobriedad», Con una Valium 10 (Quito: Centro de Publicaciones PUCE, 2017), 7.

5 Rodolfo Pérez Pimentel, Diccionario biográfico ecuatoriano (s/f): https://goo.gl/UiVr4V.

6 Ileana Espinel Cedeño, «Balance mortal» (fragmento), Con una Valium 10 (Quito: Centro de Publicaciones PUCE, 2017), 69-70.

7 Espinel Cedeño, «Tú sabes», Con una Valium 10..., 26.

8 Espinel Cedeño, «Escaras», Con una Valium 10..., 127.

9 Espinel Cedeño, «Escaras», Con una Valium 10..., 127.

10 Juan Carlos Ruiz Franco, Drogas inteligentes: plantas nutrientes y

fármacos para potenciar el intelecto (Barcelona: Editorial Paidotribo, 2005)

11 Espinel Cedeño, «Dislate con pastillas», Con una Valium 10..., 112.

12 Espinel Cedeño, «Valium 10», Con una Valium 10..., 99.

13 William Burroughs, «Declaración: testimonio sobre una enfermedad»,

El almuerzo desnudo (Club Bruguera, Barcelona: 1980), 7.

14 Espinel Cedeño, «Valium 10», Con una Valium 10..., 99.

15 Espinel Cedeño, «Bajo el nocturno gris», Con una Valium 10..., 24.

16 Espinel Cedeño, «Soneto para David», Con una Valium 10..., 79.

17 Espinel Cedeño, «Arte poética», Con una Valium 10..., 35.

18 Espinel Cedeño, «Septiembre 2», Con una Valium 10..., 43.

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