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Los motivos del lobo: un vistazo a la transformación de un arquetipo clásico medieval

Camila Ferreiro Basurto

Coatzacoalcos, Veracruz, México

Estudiante de Letras en la Universidad Veracruzana


Cuando se habla de poesía latinoamericana del siglo XX, es prácticamente imposible no mencionar al llamado Príncipe de las Letras Castellanas, pues tal ha sido su aporte al modernismo movimiento imperante en la épocay a la literatura hispana en general que, incluso cien años después de su deceso, el trabajo de Rubén Darío continúa siendo motivo de admiración y de estudio. Es autor de clásicos como: Sonatina, Canción de otoño en primavera, Venus y Los motivos del lobo, texto que analizaremos en este texto.


Antecedentes: el lobo en la antigüedad


El lobo, figura de medular importancia en la composición de Darío, ha sido asociado desde la época medieval al locus horridus (lugar terrible), en este caso, el bosque: “Un espacio de apariencias y sonidos donde no siempre se ve lo que se oye (…) la morada de numerosas fieras”, como señala Lucía Triviño en Los habitantes del bosque (2014). El lobo se erige como dominante de este espacio; es el líder, el depredador por excelencia, destronando incluso al oso.


Múltiples culturas lo consideran el perfecto símbolo de dualidad: representa simultáneamente, protección y destrucción. Los romanos lo adoptaron como signo distintivo¹ ; lo veneraron, pero también le temieron. En Etimologías, enciclopedia italiana del siglo VII, San Isodoro lo describe como “bestia rapaz y sedienta de sangre” (2004, p. 907). Esta definición se extendió por toda Europa durante la Edad Media, periodo en el que se organizaron un número significativo de cacerías, cuyo fin era acabar con el cánido. El lobo pasó entonces a adquirir una nueva connotación: hijo del mal, encarnación de Satanás.


El Lobo en la literatura occidental

Antes de Darío, el tema del lobo ya había sido explorado por diversos autores. Muchos de esos textos fueron precisamente inspirados por historias pertenecientes al folklore de países como Francia e Italia. En la mayoría, el cánido representaba lo peligroso y lo malvado. Esopo, por ejemplo, retomó al personaje para varias de sus fábulas como: El lobo y el cordero, El perro y el lobo y La grulla y el lobo, historias que después reescribirían los fabulistas Fedro y Samaniego. Shakespeare, en El mercader de Venecia—comedia del siglo XV—hace una pequeña referencia a la figura del lobo: “Tu espíritu perruno fue el de un lobo que, ahorcado por sus crímenes, exhaló su alma feroz en el patíbulo y se introdujo en ti cuando estabas en el vientre de tu impía madre; pues tus deseos son lobunos, sanguinarios, hambrientos y voraces” (2012, pg. 307). Más adelante, entre los siglos XVII y XVIII, fueron publicados cuentos procedentes de la tradición medieval, como: Caperucita roja, Los tres cerditos y El lobo y los siete cabritos.En el contexto en que fueron escritos, “el lobo y el bosque eran advertencias para los oyentes de los múltiples y diversos peligros que los acechaban en la vida”. (Paione et al., 2011, p. 1).


Ilustración: Juan David Solís @dark_drawer6 / Cali, Valle del Cauca
Ilustraciones: Juan David Solís @dark_drawer6 / Cali, Valle del Cauca

Actus Beati Francisci et sociorum eius


Alrededor del siglo XIII, cuando apenas tomaba fuerza la orden franciscana, vio la luz el libro titulado Actus Beati Francisci et sociorum eius (Actos del santo Francisco y sus compañeros), una extensa recopilación de diversos episodios de la vida de san Francisco escrita por sus seguidores más devotos. Cien años después, un fraile cuya identidad se desconoce se sospecha del florentino Giovanni dei Marignolli, seleccionó los veinticuatro pasajes que consideró más hermosos de los Actus; los amplió, retocó y tradujo al italiano con el nombre de I fioretti di san Francesco (Las florecillas² de San Francisco).


De todos los episodios contenidos en la obra, el número XXI es quizá el de mayor popularidad. Este da cuenta de uno de los milagros más impresionantes de Asís: la domesticación de un lobo feroz. De acuerdo con el relato, la bestia asola una pequeña aldea situada en la ciudad italiana de Gubbio, comete actos sanguinarios y se dedica a atemorizar a la población. El santo, al percatarse de esto, la confronta y le exige paz:


Has tenido el atrevimiento de dar muerte y causar daño a los hombres, hechos a imagen de Dios. Por todo ello has merecido la horca como ladrón y homicida malvado.Toda la gente grita y murmura contra ti y toda la ciudad es enemiga tuya. Pero yo quiero, hermano lobo, hacer las paces entre tú y ellos, de manera que tú no les ofendas en adelante, y ellos te perdonen toda ofensa pasada, y dejen de perseguirte hombres y perros. (Ediciones e[ad], 2011, p.138)


El animal inmediatamente se torna manso, promete no volver a matar y regresa con Francisco a la aldea, en donde pasa el resto de su vida tranquilo y sin causar mal. Cuando muere, dos años después, es lamentado por todos. ³


Version dariana


Resulta claro que Los motivos del lobo surgió a partir de la inspiración que suscitaron las Florecillas en el poeta, en particular, el pasaje mencionado previamente. Para Pérez Rosales (1995), el poema se destaca por dos principales razones: la primera, por su capacidad histriónica y su complejidad estructural. La segunda, por su carácter narrativo bastante interesante. Se piensa que fue escrito en París alrededor de 1913 —tres años antes de la muerte del autor en León, Nicaragua—, hecho que lo ubica como una de las composiciones más maduras de Darío3. En términos técnicos, es un poema que consta de casi cincuenta versos, todos compuestos por un solo hemistiquio de seis sílabas, y terminaciones agudas o graves. Marasso (1934), en su libro Rubén Darío y su creación poética, apunta que el uso de estas terminaciones era frecuente en textos relativos a temas bíblicos (p. 306), por ejemplo, en autores como Don Tomás de Iriarte, el Marqués de Santillana y Pablo de Santa Cruz; justo como sucede con la poesía del nicaragüense.


En el texto, Darío mantiene la esencia del relato original: el lobo de Gubbia3 causa desastres en la comarca, por lo que Francisco, consternado, resuelve llegar a un acuerdo con el cánido, para que este último deje atrás el bosque, su naturaleza salvaje y en cambio, viva pacíficamente con los hombres siguiendo las enseñanzas de Asís:


Ante el señor que todo ata y desata, en fe de promesa tiéndeme la pata. /El lobo tendió la pata al hermano de Asís/ que a su vez le alargó la mano. /La gente veía y lo que miraba casi no creía. /Tras el religioso iba el lobo fiero/ y baja la testa, quieto le seguía/ como un can de casa o como un cordero. (2003, p. 5)


El animal reside en la aldea durante unos cuantos meses hasta que Francisco tiene que ausentarse, hecho que deriva en una tragedia mayúscula: “El lobo dulce, el lobo manso y bueno, /el lobo probo, desapareció, tornó a la montaña/ y recomenzaron su aullido y su saña” (p.6). Francisco intenta persuadirlo para que regrese a la aldea, pero el animal no cede.


Con todo su ingenio, Darío nos ofrece este desenlace alterado en el que la bestia no sólo retorna a su estado nativo, sino que critica dura y firmemente la moral humana. Al cuestionarla, el lobo expresa sus motivos en un discurso tan emotivo como impresionante. Eduardo Zepeda (1968), en Estudio de la poética de Rubén Darío, expresa que “el genio de Rubén se rebela contra lo objetivo de la piadosa y poética narración, para imprimir carácter absolutamente lírico a los acordes finales de su poema, haciendo que el lobo regrese a la montaña a causa de la maldad de los hombres” (p.92). Un claro y puntual ejemplo del Homo homini lupus ⁵ de Plauto.

Yo estaba tranquilo allá en el convento; /al pueblo salía, /y si algo me daban estaba contento /y manso comía. /Mas empecé a ver que en todas las /casas/ estaban la Envidia, la Saña, la Ira, /y en todos los rostros ardían las brasas/ de odio, lujuria, infamia y mentira. /Hermanos a hermanos hacían la guerra, /perdían los débiles, ganaban los malos […] y entre mis entrañas revivió la fiera, /y me sentí lobo malo de repente. (Darío, 2003, p. 7)

Aunque se ignora el motivo de esta modificación en el final, varios autores tienen sus teorías. Ana María López (1977) opina que “se refleja el afán del poeta en sus últimos años por encontrar y gozar de una vida más digna en su espíritu, en la que, sin embargo, no puede perseverar mucho cuando va en su búsqueda(p. 301). Esta propuesta resulta sensata si nos remitimos a la estancia del poeta en Mallorca, en 1913, en casa de la familia Sureda, donde pasó la mayor parte del tiempo ebrio, envuelto en numerosos conflictos y preso de un grave deterioro mental. Andrea Greco, alejándose de esta presunción, ha decidido relacionar la conclusión del texto con el marco histórico de la época, inevitablemente atravesado por la belicosidad y las tensiones entre naciones europeas que enseguida darían lugar a la Gran Guerra. “El poeta percibió, sin duda, hacia dónde se dirigía esa humanidad encerrada en un pozo de sombra” (Greco, 2016, p. 12).


Sea cual fuere el mensaje que deseaba transmitirnos Darío, la obra ahora nos pertenece y, desde lo individual, podemos configurar diferentes lecturas. Los motivos del lobo es un texto diseñado para el diálogo y la reflexión. No sólo se acerca a la perfección artística, sino que pretende cuestionarnos y hacernos empatizar con el otro y con nosotros mismos, mientras integra nuevas formas al imaginario colectivo.


Notas


1. De acuerdo con el mito fundacional, los gemelos Rómulo y Remo, hijos del dios Marte y Silvia Rea, fueron abandonados a orillas del río Tíber, en donde la loba Luperca, benévolamente, los amamantó hasta que fueron rescatados por pastores. Años después, fundaron en ese mismo sitio la ciudad que posteriormente se conocería como Roma.


2. Agustín Gemelli, en su Introducción a la lectura de Las florecillas de san Francisco (1949), explica que, según la tradición medieval, se designaba Florentum a la colección de los mejores pasajes de una obra.

3. No se conoce la razón de este cambio, pero es probable que se deba a un fallo en la memoria del autor al intentar evocar una lectura de su niñez. Darío fue, de hecho, un ávido lector desde la edad tres años. En La vida de Rubén Darío contada por él mismo (1915) aborda algunos recuerdos de su infancia relacionados con la literatura.


4. Este fue el último texto de su autoría publicado en Mundial Magazine, revista francesa de gran prestigio que él mismo llegó a dirigir.


5. Locución latina que significa «el hombre es el lobo del hombre». Se cita para hacer alusión a la crueldad del hombre hacia su propia especie.



Referencias

Anónimo. (2011). Las florecillas de San Francisco. Ediciones e[ad].

Arrieta, E. (s.f.). El hombre es un lobo para el hombre (Homo homini lupus). Cultura Genial. https://www.culturagenial.com/es/el-hombre-es-un-lobo-para-el-hombre/

Darío, R. (2003). Los motivos del lobo. Biblioteca virtual universal. https://www.biblioteca.org.ar/libros/656369.pdf

Gemelli, A. (1949). Introducción a la lectura de las Florecillas de san Francisco. Pax et bonum.

Greco, A. (2016). Los motivos del lobo y la Gran Guerra. Congreso Internacional Rubén Darío (1867-1916).

Henríquez, G. (2016). Poesía y reflexión en “Los motivos del lobo”. Centroamericana, 26 (2) 179-198.

López, A. M. (1997). Cinco poemas de Rubén Darío en Mundial Magazine. [Revista electrónica]. Anales de Literatura Hispanoamericana. https://revistas.ucm.es/index.php/ALHI/article/view/ALHI7777110291A

Marasso, A. (1934). Rubén Darío y su creación poética. Biblioteca Humanidades.

Paione, A., Errandonea, M., Peret, L., Pérez, M., Carli, C., Carli, M., Ortiz, P. (2011). El lobo como personaje literario. Gobierno de Buenos Aires.

Pérez, R. (1995). Comentarios acerca del poema “Los motivos del lobo” de Rubén Darío. http://nayaritmx.mx.tripod.com/files/mot_lobo.html

Sevilla, I. d. (2004). Etimologías. (Trad. J. Oroz y M. Marcos.). Biblioteca de autores cristianos.

Shakespeare, W. (2012). William Shakespeare. Comedias y tragicomedias (Trad. Pujante, A). Espasa.

Triviño, L. (8 de octubre de2014). Los habitantes del bosque (II): el lobo y sus hibridaciones. Las hojas del bosque. https://lashojasdelbosque.blogspot.com/2014/10/los-habitantes-del-bosque-ii-el-lobo-y.html

Zepeda, E. (1968). Estudio de la poética de Rubén Darío. Comisión Nacional del Centenario de Rubén Darío.



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