Alejandra Lerma, Cali (1991). Comunicadora Social y Periodista, Diplomada en Debates Clásicos de la Teoría de Género y en Enseñanza de la Literatura Infantil, por la Universidad del Valle. Ha publicado los poemarios: El lenguaje de mi alma (2008), Amores Urbanos (Coautoría-2011), Trébol de cuatro hojas (Coautoría-2014), Oscuridad en Luz Alta (2015), Precisiones sobre la incerteza (2017), No habitar ya la tierra (2020), La herida primordial (2020). Entre los premios que ha obtenido están: I Concurso Nacional de Poesía Tomás Vargas Osorio, XVIII Concurso de Poesía Ediciones Embalaje del Museo Rayo, II Concurso de Poesía Ciudad de Palmira, Beca de Estímulos para publicación de autores caleños (2015, 2016 y 2017), Premio Jorge Isaacs de Poesía (2019), I Puesto en la Convocatoria Nacional Poética del aislamiento (2020). Desde el año 2012 se desempeña como tallerista de escritura poética en el Festival Internacional de Poesía de Cali. Algunos de sus poemas han sido publicados en las revistas literarias: Buenos Aires Poetry, Barbarie Ilustrada, el blog de Emma Gunst, Otro Páramo, Círculo de Poesía, La Raíz Invertida, Luna Nueva y Literariedad. Parte de su trabajo ha sido traducido al francés, inglés, portugués, búlgaro y polaco.
Hanna
No sé quién la sostuvo, no estuve para alzarla
No sé quién calmó su llanto ni su sangre
mis manos dormían lejos
No sé qué ráfaga pasó por su memoria
mientras entraba el puñal
No sé a cuál oración se aferró
cuando desgarraban su vagina
Mi cuerpo estaba ileso y abrigado
No sé cuántas cicatrices se cerraron sobre su alma
y dejaron adentro los atisbos del amor
Solo puedo oír su silencio
hondo, como un mar antiguo
un oleaje de sal y de gritos
No sé cuál fue la luz que le cubrió la cara
cuando la encontraron
No sé cómo se veían sus pies después de un siglo
de oscuridad
no sé cuál fue su primera palabra después de la
vergüenza
No sé cómo pedirle perdón por la hermosa vida
que he tenido
lejos de ella y de su espanto
No sé cómo hilar las palabras
para decirle que comprendo todo
aunque no haya vivido nada
No sé cómo invitarla a mi casa,
no conozco su nombre, ni el color de su país
Sólo quiero acunarla
y cubrir con mi boca cada herida latente
Hacerle saber que soy su madre, su hermana,
su amante, su hija, su amiga
Hacerle saber que de este lado no hay un bando
enemigo,
que nadie va a saquearla,
que nadie pasará por encima de su belleza,
que nadie quemará su cuerpo ni sus ojos
Sólo quiero que comprenda que puedo envolver todo el amor
que me contiene
y entregárselo tibio para su pecho hueco
No sé cómo decirle que no está sola.
Compartir el dolor
A Nathalia Arango
Mi mejor amiga y yo menstruábamos juntas
compartir el dolor
es la mayor forma de intimidad
Nos mirábamos la cara triste
el vientre hinchado
y aferradas a un helado
llorábamos la imposibilidad de ser distintas
Todos los hombres nos quebraban la calma
nos preguntábamos mil veces
si la sangre se notaba
queríamos ser discretas
pero alzábamos la voz en un aullido
Ella se fue a Estambul,
descifra los sonidos de otro idioma,
se cubre de aromas ajenos,
el sol la encuentra primero
Yo permanecí en la misma calle,
con el calor prometido
y la misma luz en la ventana
A veces nos escribimos
para recordar que seguimos siendo iguales
Las distancias pesan lo mismo que el cariño
y en un asombro infantil nos damos cuenta
que seguimos sangrando juntas
el lenguaje del cuerpo nos enlaza
las fronteras que cruzamos las desdibuja el viento.
A la anciana que seré
Aún no nos conocemos
pero estoy muriéndome de a poco
para que existas
Voy a dejarte un cuerpo que ostentarás gloriosa
de haber sido la que fuiste
la que no vendrá nunca más a contemplarte
ante el espejo
Recordarás la firmeza de estos pechos
la angustia de tu cabello herido
por el verano seco
La valentía alegre de sonreír
con los dientes intactos
el desparpajo de entregar tu cuerpo
a otro cuerpo
en plena luz
Lo fácil
lo fugaz
que era el amor
En cada lunar hallarás una arruga
como un cráter del tiempo
Te dolerán los huesos
no podrás saltar más para alcanzar estrellas
–espero que a esa altura tengas constelaciones
propias–
Se te va a caer todo
y en ese abismo virtuoso
te encontrarás a ti libre de máscaras
libre de esta fútil belleza que te pesa
en los hombros
y en las caderas anchas
Vas a ser tan tú, tan yo
es decir, tan nosotras
Reirás de pronto al leer un poema
de una niña extraviada que cumple 23
y revienta de llanto ante el reflejo oscuro
de su rostro.
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