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EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS DE PAUL AUSTER: UNA MUJER OBSERVADORA


Marino Urrutia

Cali, Valle del Cauca

Estudiante de Licenciatura en Literatura de la Universidad del Valle





No hace mucho tiempo,

penetrando a través del portal de los sueños,

visité aquella región de la tierra donde se encuentra la famosa

Ciudad de la Destrucción


Nathaniel Hawthorne


El País De Las Últimas Cosas es una novela escrita por el estadounidense Paul Auster en 1987 que traslada a sus lectores a un espacio donde reina el caos, un lugar en el que la desesperación de los seres humanos es lo único que prolonga su existencia, un país en el cual todo desaparece. Así es el país de las ultimas cosas, la pesadilla apocalíptica a la que –posiblemente– no diste llegar la realidad contemporánea, cercanía establecida en la medida en que aspectos mencionados dentro del funcionamiento de la sociedad en aquel espacio ficcional caótico, no resultan muy lejanos de la realidad contemporánea del lector. ¿Te has preguntado qué harías si todo el equilibrio aparente brindado por la ciudad actual desapareciese? ¿Qué harías si para subsistir ya no tuvieras el empleo de traje con zapatos lustrados y, sin elección alguna, te tocara recolectar basura u objetos perdidos para tener dinero? ¿Imaginas el día a día sin el sistema de alcantarillado? ¿Qué tal si cuando suena la campana del camión recolector de basura y corres a sacar las bolsas llenas de residuos hogareños, en lugar de ello, tuvieses que sacar tinas de materia fecal para conservar la salubridad mínima en casa? Estas entre otras condiciones desastrosas para el ser humano son las que Paul Auster muestra en su novela, exponiendo a sus lectores a un país ficcional que toca insistentemente la puerta del pensamiento en función de reflexionar sobre la realidad del lector.


En la novela el personaje principal se llama Anna Blume, quien a través de una carta escrita, que abarca la totalidad de la novela, cuenta al lector su paso por el País de las Últimas cosas, un lugar donde la muerte es un negocio para quienes se lucran de personas ansiosas por morir. Las cosas desaparecen sin explicación alguna; el hambre, la miseria y el caos son la rutina de quienes lo habitan. Ella a sus diecinueve años se dirige a este lugar en busca de su hermano William, un periodista enviado a realizar reportajes y crónicas de su estadía en el país de las últimas cosas que acabó perdido y sin reportar siquiera señales de vida; esta búsqueda es la motivación inicial de la protagonista. Al narrar, Anna se vuelve una observadora flotante que describe los espacios de la ciudad, el estilo de vida que llevan los habitantes y los problemas de un país encaminado al fin de todo lo existente. Entre sus anécdotas está la mención del trabajo realizado por los fecalistas, personas que por imposición del gobierno toman la labor de recolectar materia fecal; estos antes fueron prisioneros a quienes se les brindaron –aparentemente– dos opciones: si aceptaban ser “fecalistas” se les mermaría su sentencia y contarían con cierta “libertad” mientras laboraban; y si se oponían la sentencia aumentaría como castigo por negarse a laborar en dicho cargo. Ellos optaron por lo más conveniente y terminaron haciendo lo más desagradable, descrito por Anna a continuación:


(…) se ha creado un sistema por el cual una patrulla nocturna de recogida de desperdicios recorre cada barrio. Pasan por las calles tres veces al día arrastrando y empujando sus máquinas oxidadas sobre el pavimento ruinoso, haciendo sonar campanas para que la gente del barrio salga a la calle y vacíe sus cubos en el depósito. El olor por supuesto es insoportable (…) Cadáveres y mierda (…) (Auster, 2012, págs. 41-42)


Los cubos llenos de mierda y orina son vaciados con una normalidad similar a cuando se sacan las bolsas de basura para que los hombres del camión recolector las tomen. Dicha práctica periódica termina siendo parte del sistema que acoge el habitante de esta ciudad caótica, resultándole necesario por salubridad. Anna pone el lector ante escenas desagradables en la medida que no es ameno imaginar sacar tarros llenos de mierda perteneciente a los integrantes del hogar que resides, ciertos días entre semana, y vaciarlos en un depósito repleto de heces que provienen del resto de las personas de la ciudad.


La proposición de Anna Blume como observadora flotante se puede fundamentar en El Animal Público de Manuel Delgado, la primera parte titulada “Heteropolis: la experiencia de la complejidad”, en la cual propone, en este mismo sentido, un observador que se convierte en etnógrafo. Anna es para los lectores de la obra la fuente veraz y fidedigna acerca de los espacios, las personas, prácticas sociales y el sistema económico-político del país de las últimas cosas; logra esto mediante su observación y registro escrito a manera de epístola. En el punto número tres del capítulo del texto de Delgado, aparece la observación flotante desde la premisa en la que lo urbano debe ser tratado desde métodos poco convencionales y para esto da como ejemplo La Ventana Indiscreta de Alfred Hichcokc, donde el personaje Jeff, un reportero que vive en Grenwich Village, se entretiene observando con un lente objetivo las actividades cotidianas de sus vecinos a través de la ventana. (Delgado, 1999, pág. 47).


En este orden de ideas, teniendo en cuenta que Delgado propone desde el cine y en este caso se presenta en la literatura, Anna no es una fisgona como Jeff, pero sí aplica dentro de lo que menciona como aquel personaje que observa a los individuos en determinado espacio; proposición realizada por el teórico en pro de acercarse a una antropología de lo urbano:


(…) Es más, una antropología de lo urbano solo sería posible llevando hasta sus últimas consecuencias tal modelo –observar y participar al mismo tiempo–. (Delgado, 1999, pág. 48)


En lo anterior el observador flotante, en función de una antropología de lo urbano, debe observar y participar al mismo tiempo, cosa que Anna hace y a su vez le permite abrirse paso mientras descubre, mira y hace inmersión dentro de las prácticas sociales de el país de las últimas cosas. De modo que ella logra obtener un empleo como persona corriente del país, vivir en las condiciones degradantes del lugar y recorrer sus espacios; particularidades que le permiten ser la única fuente de información en tanto autora de su carta y observadora flotante a lo largo de la narración.


Por otra parte, es realmente emotiva la justificación de las dificultades que sufre Anna al llegar a la ciudad de un país sin nombre, ya que debido al amor filial por su hermano termina entre la miseria y el desasosiego del espacio. Allí las condiciones de vida dificultosas la empujan a tomar el oficio de trapero que a su vez se dividía en dos tipos: los recolectores, los cuales recogían la basura que luego vendían a centrales productoras de energía en la ciudad, y los buscadores, quienes a diferencia de los otros no debían cumplir entregas y caminaban buscando objetos perdidos como zapatos, saxofones, etc. Anna se vuelve buscadora, pero para serlo debe comprar algunos elementos necesarios en dicho oficio, y estos son: la licencia de empleo, un carro de supermercado y una correa que sujeta al buscador de su vehículo evitando que “los cuervos” lo roben. Para dicho trabajo es indispensable no pensar, como se denota a continuación:


Salíamos sin destino, vagando casi sin rumbo (…) Nunca pienses en nada –me decía– (…) simplemente fúndete con la calle y haz como si tu cuerpo no existiera; sin pensar, sin alegrías ni tristezas, completamente vacía por dentro, concentrándote solo en el próximo paso que vas a dar. (Auster, 2012, pág. 70)


Lo anterior es dicho a Anna por quien la salvó de morir a pisotones durante su trabajo como buscadora de objetos, una anciana llamada Isabel, la cual a manera de agradecimiento le brinda hospedaje en un edificio donde las ratas, las cucarachas y el desgaste material no permiten ninguna comodidad. La señora le acoge y termina siendo parte de lo que sería la familia temporal de Anna, conformada por Isabel y su esposo Ferdinand. En esta casa la protagonista es abusada por el esposo de Isabel, una de tantas vivencias que la marcan en un espacio plagado de seres crueles, donde lo importante es sobrevivir y mantenerse en pie. Retomando las imágenes desagradables, además del abuso por parte de un hombre “feo”, esquelético, jorobado, sin pelo y con palidez de enfermo, está la captura de los ratones que acababan devorados por Ferdinand. Él, aparte de su pasión por el arte de construir barcos dentro de botellas, tenía la de capturar los ratones de la casa en una jaula para luego tomarlos de la cola y terminar asándolos para comerlos, enunciado así:


(…) cuando Ferdinand se despertaba y encontraba un ratón, se volvía loco de alegría (…) Levantaba el ratón por la cola y luego lo asaba con esmero sobre las llamas de la estufa. Era un espectáculo horroroso, el ratón retorciéndose y chillando por conservar la vida; pero Ferdinand seguía allí, totalmente concentrado en su tarea (…) cuando acababa de asar el ratón (…) Entonces, chomp, chomp, comía babeando con una sonrisa demoníaca, devoraba la alimaña con piel y todo, escupiendo con cuidado los huesos (…) (Auster, 2012, pág. 67)


Lo anterior muestra una escena espantosa justificada por el hambre, la escasez y el instinto de conservar la vida de cualquier modo. Estos momentos de asco no son fortuitos, están en función de una reflexión que hace Anna y a la cual invita al lector, puesto que era una “niña rica” con beneficios materiales que termina en un lugar sin nada de ello; me refiero al valor del confort en el cual ella vivió antes de viajar al país en acabose, la reflexión de que todo lo poseído podría desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. En el espacio habitado por los personajes, lo esencial termina siendo aquello que permite sobrevivir al ser humano, esto es la ropa para el frío, la comida, vivienda y sobre todo el dinero adquirido como trapero; conjunto de cosas básicas pero difíciles de conseguir. Por otra parte, allí el dinero se impone sobre los demás requerimientos al ser un mecanismo de control del gobierno y la clase alta, ya que para comprar comida se requieren glots.


El punto focal que define al país de las últimas cosas es que en él las personas, objetos, edificaciones, recuerdos y emociones desaparecen sin explicación. En esta medida, en la novela se evocan los temas del tiempo, el olvido y el caos, posibilitándose el tratamiento de otros distintos enfoques analíticos. El tiempo es un asunto relacionado con el olvido, en la medida en que el habitante del país olvida su pasado y le cuesta mantener vigente el pasado inmediato o memoria a corto plazo; el entorno desgasta al sujeto al punto de arrebatarle la memoria. El caos es lo que permite considerar la novela como una posible distopía, puesto que el espacio ficcional corresponde a una sociedad ficticia indeseable en sí misma, donde hay estructuras de poder que imponen una extrema desigualdad y condiciones a la clase inferior, personajes que sufren ante una realidad social y económica desastrosa, y afecciones del sectarismo religioso. En este país las personas creen que vivir es cuestión de suerte, algunos piensan que es casualidad cada experiencia ante la cual se someten y otros con fe dan una explicación sacra a sus condiciones al decir “Dios sabrá”.


Adicionalmente está presente la muerte en la novela, un tema problemático en la obra, debido a que se menciona el morir como un acto valeroso inmerso en la cotidianidad de las personas del país. En este sentido, Anna hace mención de los corredores, saltadores, las clínicas de eutanasia y otras formas de morir por voluntad propia. Suicidarse resulta, para los habitantes del lugar, conveniente ante una realidad desastrosa que recuerda un fin ineludible en cada día, resultando un acto liberador que permitir escapar del caos. Los saltadores y corredores son personas que a través de un acto continuo como correr u otro definitivo como saltar, pierden la vida. Además, la muerte de otro ser humano puede convertirse en espectáculo cuando se realiza “el último salto”, cuya descripción consiste en lo siguiente:


Ver la silueta dispuesta a saltar en el borde del techo (…) entonces, de súbito, porque nunca puedes saber exactamente cuándo va a suceder, el cuerpo se arroja al vacío, se lanza volando hacia el suelo. El entusiasmo de la multitud te llenaría de asombro, escuchar sus ovaciones frenéticas, ser testigos de su exaltación. (Auster, 2012, pág. 24)


Presenciar la muerte de otros se vuelve un show o espectáculo al cual asisten las personas por entretenimiento, lo que según Anna “es como si la violencia y la belleza del espectáculo los liberara de sí mismos, les hiciera olvidar la miseria de sus propias vidas.” (Auster, 2012). De esta forma la muerte a través del suicidio logra ser una forma de expresión y libertad ante la sociedad que roba y mata desaforadamente debido a un sistema que le impone la miseria de todas las maneras posibles. Añadiendo por ultimo las clínicas de eutanasia para las que la muerte voluntaria significa beneficio económico, al punto de que el sujeto deseoso de morir paga y su vida termina a manos de un médico.


En relación con el suicidio y la muerte como espectáculo, para Isabel resultaba consoladora la idea de simular la muerte de su esposo como si fuese un saltador, quien aunque murió por causas naturales, para ella resultaba un orgullo fingir el suicidio en tanto promovía una imagen valerosa de su ya difunto marido. Esta idea la ejecuta con la ayuda de Anna, con quien había establecido una relación definida por la dependencia reciproca; Isabel muere de esclerosis y se corta tal vínculo. Tras quedar sin ninguno de los que fueron su familia temporal, Anna es obligada a abandonar el hogar por petición de dos hombres; al salir se enreda en una protesta que la conduce hasta la biblioteca Nacional, espacio donde vivían los sujetos cultos, maestros y artistas. Allí llega en la búsqueda del hombre que representaba la última esperanza de encontrar a su hermano y es donde conoce el amor, termina entonces enamorada del periodista de la foto que Bogat, el jefe de su hermano William, le dio antes de su partida hacia el país de las últimas, cosas recomendándolo en pro de la búsqueda. Él se llama Samuel Farr, un periodista enviado al país para reemplazar a William y realizar reportes para Bogat sobre el lugar; misión que no logra cumplir. Farr además de periodista era escritor obsesivo, tanto que gastaba todo su dinero en sus obras y descuidaba su salud por el oficio; Anna lo ayuda a recuperar su salud mientras convive junto a él. Aparte del amor, este personaje resulta crucial porque es el reflejo a partir del cual la protagonista considera factible y adquiere la voluntad de marcharse del país.


La obra se considera novela epistolar porque la narración y el desarrollo están dados a partir de la escritura de una carta, característica que abarca cada suceso contado en las letras plasmadas por Anna, la cual está dirigida a un amigo desconocido. Nunca sabremos a quién estaba destinada la carta, pero es posible asegurar que no estaba dirigida a su hermano ya que durante su paso por el país no logra encontrarlo. La lectura permite a su receptor navegar en un mar de posibilidades, en un mundo, un país que, aunque es ficcional, no resulta muy distante a la realidad del lector que se preguntará: ¿acaso no hay personas que debido al hambre hacen lo mismo que Ferdinand? ¿Será posible que individuos vivan en las condiciones que vivió Isabel? Para no ir muy lejos del título, ¿qué harías al ver que todo lo que hace tu vida cómoda desaparece? Anna nos deja una respuesta a ello, considerando al caos parte de la realidad que conducirá al fin del mundo, el único alivio es soñar “Teniendo en cuenta el futuro que nos espera, es agradable tener estos sueños ridículos” (Auster, 2012, pág. 205). Ella finaliza su carta con el sueño de ser parte de un espectáculo de magia como asistente del mago. Anna Blume es un personaje que representa a quienes se atreven a soñar en una realidad colmada de pesadillas y sobreviviven ante las vicisitudes del espacio, las personas y las cosas que persisten en agotar a los otros mientras se agotan en sí mismas.



 

Bibliografía


Auster, P. (2012). El país de las últimas cosas. (M. E. Ciocchini, Trad.) Bogotá, Colombia:

Seix Barral.

Delgado, M. (1999). El animal público: Hacia una antropología de los espacios urbanos.

Barcelona: Anagrama S.A.



Cibergrafía


Wikipedia. (20 De Noviembre De 2016). Recuperado El 20 De Noviembre De 2016, De

Distopía: Https://Es.Wikipedia.Org/Wiki/Distop%C3%Ada.

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