–Emma Minel–
Otto se apareció el sábado mientras la buena gente dormÃa. Nos dirigimos al almacén y quebramos el vidrio del mostrador, la alarma sonó quince minutos después, cuando nosotros ya la habÃamos amordazado y sacado del cabello. La guardamos en el baúl del carro de Otto. Lo de la alarma fue realmente una coincidencia, aunque lo previmos por las pocas veces que habÃamos hablado con el dueño, un barrigón tacaño que respondÃa al nombre de Isaacs. No era la primera vez que hacÃamos este tipo de cosas y, tal vez, tampoco serÃa la última.
Somos unos treintañeros aún con ganas de vida loca, aunque ya todos seamos buenos empleados e hijos, y Marcos un excelente padre de familia. Antes de decidir qué hacer con ella paramos en Bourbon y bebimos un par de cervezas como en los viejos tiempos. Hablamos de mujeres y de la preparatoria, también de la próxima fiesta de Liz que serÃa tan solo en unos dÃas, debÃamos escoger un buen payaso para animarla. Salimos sobre las diez y fuimos a mi casa, nos tocó subirla entre los tres, no fue mucha la resistencia que opuso, creo que se debe a que le golpeamos la cabeza en diferentes ocasiones, empezando desde la puerta.
Mi casa queda en el 451 de la calle Brand, Andrú Mor. La primera vez que lo hicimos estábamos en la preparatoria aún, en esa ocasión la chica no me gustaba solo a mÃ, también a Marcos y a Otto. La secuestramos de la misma forma, en ese caso no hubo alarma antes ni después, solo el silbido de un pito que nos persiguió hasta que logramos ponernos a salvo en el auto de la mamá de Otto. Al otro dÃa vimos el caso en los noticieros y nos morimos de risa, el pobre vigilante no supo qué responder ante nuestra fuga.
Una vez logramos subirla al segundo piso de mi casa la sentamos en el viejo sofá que habÃa sido de mi madre, con unas tijeras cortamos su ropa y cabello. Ella no gritó ni lloró, nos miró fijamente tratando de descubrir por qué le hacÃamos esto. Otto propuso que nos masturbáramos para mantener joven la noche, asà que pusimos una porno y empezamos a lamerle los senos, darle besos con lengua en esa boca rosada y a masturbarla de a pocos mientras le decÃamos obscenidades con nuestras vergas al aire rozando su cuerpo.
La primera chica que secuestramos no se pudo quejar de mucho, la devolvimos al dÃa siguiente después de la diversión, la dejamos en un basurero cerca del almacén donde ocurrió el secuestro. Éramos más jóvenes e inexpertos, asà que a ella solo la manoseamos un poco y le restregamos nuestras vergas por todo ese cuerpo de diosa que tenÃa. Esa sà que opuso resistencia, aunque al igual que esta fue incapaz de emitir algún sonido que nos hiciera saber cuánto miedo sentÃa. Cuando llegamos al éxtasis, Otto y Marcus se vinieron en su cara, yo por el contrario quise ver cómo mi semen corrÃa por entre sus tetas pequeñas, perfectas. Me corrà pensando que si ella no fuera tan orgullosa y sumisa podrÃa protegerla de nosotros, pero ella continuó allà inmóvil, con su mirada fija en la nada.
Otto prendió un cigarrillo. Marcus alcanzó varias cervezas de la cocina y yo quité los videos porno. Nos sentamos luego en la cama, mirándola. Otto rompió el silencio preguntando qué seguÃa. De nuevo el silencio invadió la habitación. Ella nos miraba y nosotros a ella, fijamente. Marcus dijo que no podÃamos devolverla como habÃamos hecho la primera vez, que debÃamos hacer como los grandes y guardar recuerdos. Otto sin más fue por una segueta y decidió que conservarÃa sus brazos.
La primera vez lo hicimos por diversión, nunca pensamos que nos quedarÃa gustando tanto y mucho menos que pudiéramos hacerlo nuevamente después de tanto tiempo. La adrenalina que se siente es tanta que creo poder decir que todos estábamos excitados y con las vergas muy paradas esa noche de nuestra primera vez, ni siquiera necesitamos de porno para satisfacer a nuestra amiga. Marcus dijo que esas piernas se verÃan muy lindas en su diván, yo no sabÃa qué hacer, estábamos llegando al lÃmite de lo que nos hubiésemos podido imaginar, asà que Otto decidió por mÃ. Andrú Mor, cariño, te tocará la mejor parte, sus teticas hermosas podrán recibir unas veces más ese semen espeso que emana de tu verga. Soltó una carcajada y se dirigió a ella que seguÃa mirándonos sin delatar su horror. Reclinó la silla y con la segueta empezó a cortar sus brazos. No se oyeron gritos, tampoco hubo lágrimas.
Al finalizar la faena, Otto dejó el tronco y la cabeza reposados en mi cama. Creo que a nuestra primera amiga nunca la encontraron, pues jamás la volvimos a ver en el almacén, la habÃan reemplazado por una flacuchenta con pinta de viciosa. Pobre, fue olvidada como los hombres que van a la guerra y jamás regresan. Lástima que no haya sido con honores su despedida. Encendimos cigarrillos y terminamos de beber las cervezas que Marcus habÃa traÃdo de la cocina mientras recogimos el reguero que quedó de nuestra amiga.
Después de terminada la labor pusimos otra vez porno, nos dimos besos húmedos y chupamos la verga del otro. Con mucha paciencia intercambiamos con Otto para meterle la verga a Marcus por el culo. Terminamos casi igual que la primera vez, solo que en esta ocasión tenÃamos un trofeo el cual aproveché, me vine en sus tetas una vez más mientras Otto acababa en la boca de Marcus. Nos despedimos al despertar el alba con un tierno abrazo seguido de un beso. Me dormà sobre las tetas frÃas de aquel maniquà que robamos la noche anterior y pensé en el payaso para la fiesta de Liz. Me desperté exaltado creyendo que alguien me habÃa encontrado en pelota abrazando un frÃo maniquÃ, pero la única compañÃa que habÃa estado esperando llegó justo cuando le contaba al tipo del espejo el despelote de la madrugada.
Mi querido Mizifús, ya es tarde para el desayuno.