René Alejandro Salazar
Cali, Valle del Cauca
Licenciado en Literatura de la Universidad del Valle
El fútbol, abordado de manera crítica a partir de la relación de amores y odios que tiene con nuestra sociedad contemporánea latinoamericana, es resultado de las diferentes situaciones que se gestan alrededor de dicho deporte, mostrando distintos matices según el lugar desde el que se opine.
Eduardo Sacheri explora en su obra la estrecha relación del fútbol con la cancha de barrio, la cuadra y el estadio; con el propósito de llegar a los lugares que la literatura parece olvidar y donde el fútbol consigue reconocerse desde su función estética y como escenario de drama humano.
Sacheri concibe dos aspectos importantes, la construcción de identidad y el forjamiento de valores inherentes al fútbol. Devela los aspectos dramáticos que lo hacen fuente de creación literaria. Se aleja de los convencionalismos para alcanzar una visión crítica de los aspectos humanos que lo rodean, donde se convierte en un ideal capaz de transformar identidades y relaciones sociales. Resaltando valores y componentes sociales que hacen del fútbol un deporte donde la literatura tiene cabida, Sacheri presta al destino su antojo de escritor posibilitando la transformación de mundos marginales en lugares donde la estética y la sensibilidad son consecuencia de la nostalgia.
Los sucesos narrados por el autor promueven un análisis psicológico y sociológico del mundo del fútbol y de su aporte esclarecedor a la literatura universal, la cual comprende la pasión de un deporte que renuncia a las encasilladas maniobras mediáticas para convertirse en motivo de vida.
Para representar el balompié como fenómeno cultural y advertir su capacidad de construir rasgos éticos, lúdicos y reflexivos, es pertinente formular el interrogante acerca de la relevancia y la necesidad del fútbol en la literatura. Descubrimos entonces que el fútbol comparte rasgos de la vida diaria: es una actividad capaz de confrontar las expectativas humanas y sus limitaciones. El fútbol es propiciador de lugares de encuentro donde el hombre se desinhibe y hace provechoso su tiempo libre, se le identifica como un deporte que implica fuerza, amistad, trampa y tragedia, rasgos que son inherentes a la incesante búsqueda del triunfo, construyendo estos escenarios de constante volatilidad emocional y animalidad. Esas facetas conceden a la propuesta literaria de Eduardo Sacheri la oportunidad de retratar una amalgama de emociones bajo el drama que suscita no solo la victoria sino la posterior introspección de los personajes.
El fútbol en nuestros días es estereotipado y sufre una desacreditación de esencia y magia, fruto de la sociedad mediática, que desnaturaliza la pasión para convertirla en un simple producto efímero, carente de sentido. Todo esto se evidencia en que algunos jugadores ganan más dinero por publicidad que jugando; campañas multitudinarias alientan más al consumo que al compromiso sentimental con el equipo, alejándolos de su rasgo más esencial: el ideal de héroe semejante a los de las historias griegas, esa representación de hombre que cae y desafía el destino, ese es el jugador de fútbol y su fanaticada.
El fútbol y la literatura llevan consigo un vínculo que se entiende cuando el lector descubre los pequeños mundos y rasgos de los personajes que le acompañan, generando un visión particular de las relaciones humanas, utilizando el estadio o la cancha del barrio como un lugar tan sacro como la iglesia para la religión; espacio en que se evidencian comportamientos que dan belleza al hombre, confrontan la fuerza física con la fuerza mental, la necesidad de ganar, de crecer y creer a pesar de estar perdiendo, logrando de una manera poética desafiar su destino; porque el triunfo no es verdadero sin sufrimiento, nada se logra sin sacrificio, sobre todo en lo referente a la gloria humana. Mientras exista fútbol, existirá quien lo vea, quien lo viva y, sobre todo, quien lo escriba.
La propuesta literaria de Eduardo Sacheri dialoga constantemente y de manera directa con la vida, para ser más exactos dialoga con su vida. Sus relatos surcan lo que él más ama: la familia, los amigos y el fútbol. Sacheri construye seguros puentes entre el fútbol y la música, el fútbol y el cine y la literatura, y a fe que lo ha conseguido.
Sus propias palabras, en la entrevista que me concedió el pasado nueve de enero del 2017, nos permiten entender el contexto de su obra: “Yo creo que escribo como un modo de entender un poco mejor mi propio mundo; entenderlo, tolerarlo, asimilarlo, un poco todo eso. Y bueno, como es mi propio mundo, aparecen los elementos de mi mundo, aparece el fútbol, uno de los elementos constitutivos más hondos de mi vida, el que más tiempo me ha acompañado y bueno, evidentemente por eso aparece en lo que escribo”.
La dimensión social del fútbol
El fútbol en nuestra cultura latinoamericana representa más que pasión y sentimiento. Una de sus características más preponderantes es su rol de agente integrador, he allí la relevancia con la que cuenta. Si consideramos, en cada partido, a la par con el arrojo de los jugadores, viene la entrega de los fanáticos, así se gestan los ideales heroicos del triunfo o la derrota, la pasión, los bríos colectivos, el trabajo en equipo con el jugador número 12; la unión de sentimiento en pos de la hazaña épica que en muchas ocasiones resulta al obtener una victoria. En Fútbol y cultura (2010), Rubén G. Oliven y Arlei S. Damo, afirman:
El fútbol es popular no solo porque es bueno jugarlo, sino también porque es bueno pensarse a partir de él. El juego es un evento extraordinario, un ritual atravesado por connotaciones simbólicas que actualiza las rivalidades entre los clubes (o seleccionados nacionales) y las comunidades a las cuales pertenecen. Y lo más importante es que lo hace periódicamente, existiendo ello un sustrato pre moderno que evoca la temporalidad cíclica, lo lúdico–festivo, el espacio público y un sistema de lealtades que debe ser honrado como antiguamente se respetaba la pertenencia a determinada familia, religión o señorío. (Rubén G. Oliven y Arlei S. Damo, 2010, p. 11)
La vida de los seres humanos no solo consiste en actividades productivas, también existen las actividades lúdicas en las cuales el significante no importa y lo que vale es el significado; con el fútbol ocurre con frecuencia que, aun sin un conocimiento previo social, el vértigo de la pasión compartida hace de un desconocido un hermano del alma. En los contextos urbanos el fútbol es lo lúdico, la capacidad de acción colectiva y el uso, la apropiación y reinvención del espacio en la ciudad. Se vindica como movilizador social y como forma de acción colectiva espontánea, es decir, el fútbol callejero como práctica social.
El fútbol y sus referentes literarios
Concebir la relación entre la literatura y el fútbol en el ámbito de la barriada supone establecer una unión entre la palabra y la pelota con base en su más pura esencia; es decir, entre las relaciones de fraternidad que el hombre gesta en un terreno de juego con sus congéneres. El fútbol, por su particular condición de pasajero temporal y rico en emociones cambiantes, provee a los escritores un espacio casi perfecto para desarrollar sus temas. Gracias a la literatura el fútbol ha explorado un discurso alejado de lo mediático y de toda la vocinglería que lo circunda en la actualidad, de esta manera es válido explicar o reconocer los motivos del porqué se escriben cuentos, novelas y poemas sobre fútbol en la actualidad.
En torno a la identidad del grupo humano que lo practica –en torno a lo oral, lo colectivo, lo histórico, lo corporal y lo popular–, la literatura sobre fútbol ahonda en las conductas, los comportamientos y los procesos sociales que experimentan nuestras sociedades a partir de las relaciones sociales y la capacidad de convocatoria de este deporte. Gracias a la literatura podemos vivenciar lo que significa la libertad en un chico corriendo por el césped con una pelota en los pies, o de un grupo de jóvenes abrazándose alborozados al celebrar un gol.
En los libros de cuentos de Eduardo Sacheri se exploran dos factores fundamentales. El primero es la amistad, a la que se le rinde culto de manera permanente en cada uno de los relatos. El segundo es el barrio, desde donde se rememora la infancia y la nostalgia; ambos crean un vínculo sensible con los lectores, llevando atada al pie a la caprichosa dama imprescindible en todo encuentro futbolero, la pelota.
El fútbol y la literatura de Sacheri vindican la amistad, los códigos, la infancia con los padres, el potrero y la cancha del barrio, espacios con una estética contradictoria. Como en el romanticismo alemán, se fecundan los sentimientos más esenciales del hombre. Con una literatura nostálgica, los personajes comparten una intimidad con el lector, quien complementa las historias con vivencias similares a las narradas, creando un vínculo reflexivo, una simbiosis memorial.
Sacheri escribe historias que se sienten como vividas, ha conseguido plasmar en sus textos lo que es pensar el fútbol desde el barrio, desde las historias infantiles. En ello está presente la esquina de reunión, el peladero donde la pelota se desgasta, el parque que se atraviesa para llegar a la cancha donde se juegan los primeros partidos. El peladero es un escenario insuperable y precioso para la niñez, este expresa el retorno a lo primigenio, la vuelta a los orígenes, sucesos y actos para no olvidar.
Los cuentos de temática futbolística llevan en sí una doble condición: deleitar al lector y vindicar la importancia del balompié. Se trata de historias donde el campo de juego es simplemente el espacio físico utilizado por los autores para el juego, develando las relaciones que ahí se gestan, tal como sucede a diario en la sociedad. Por su componente pasional, condiciona los procesos creativos de la escritura, transformando una historia aparentemente sencilla en el hábitat perfecto para desarrollar los diversos temas que confluyen en su entorno. Ahora bien, con base en el estudio profundo de los cuentos en materia, se pueden señalar cuatro magnos temas a los que la totalidad de las narraciones se refieren: la familia, el amor, la sociedad y por supuesto el fútbol.
En la literatura sobre el fútbol sus obras refieren historias que nos transportan a las vivencias de los niños en el barrio, en las que la pelota juega un papel central. Esos relatos son un eterno retorno a los años del barrio, todas las vivencias familiares que se crearon en torno al deporte, siendo retrato de la sociedad y su convivencia. No es extraño entonces el percibir hoy en día que intelectuales de renombre le estén dedicando páginas elogiosas al fútbol; estos eruditos son en gran mayoría literatos y sociólogos, los cuales han hallado inspiración e interrogantes en quienes practican el deporte y en quienes lo disfrutan.
No se trata solo de fútbol y letras, es una defensa a ultranza frente a los indignados con el fútbol. Esta afrenta casi interminable es semejante a la que se da entre un incrédulo y un creyente. Rememoramos aquellas sensaciones que experimentamos gracias al acto de ser compañeros, aquel acto que lleva consigo valores, como la lealtad y la solidaridad, el cual siempre va en torno a la pelota y traslada el juego al plano de la vida, que en definitiva es lo que va a quedar.
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