Poeta, cronista y fotógrafa (Rubio, Venezuela; 1974). Tiene cuatro libros publicados. Parte de su obra aparece en antologías en México, Colombia, Venezuela, Perú y España. Ha sido parcialmente traducida al inglés, francés, portugués, italiano y árabe.
Imparte talleres de escritura creativa en el Centro Cultural Comfandi y Promédico. Dirige el programa Poesía en la esquina del teatro Esquina latina de Cali. Es profesora invitada a la cátedra de literatura de la Universidad de Carolina del Norte en Durham y la Universidad de Tulane en New Orleans.
Desarrolla trabajo con comunidades en materia de reconstrucción de la memoria colectiva a partir de la escritura creativa.
Poemas escogidos
Voy de la transparencia a la luz
el frío
combate con sus siete rostros de ausencia
con su palabra Nunca
y sus crines blancas de hastío.
Me tiendo boca arriba al sol
a la orilla de ese horizonte impúdico
anticipado y espléndido
que es tu cuerpo
y hay un temblor febril en la línea
que nos diluye hasta adentro.
Somos la proximidad áurea
del delirio animal
ya no sé si voy de la comisura de mi sed
al vértigo de tu muslo primitivo
o viceversa.
Hazme de tu cuerpo
bien sabes cómo hacerlo
amor mío.
--------
Amé como el fuego que imperturbable
aguarda en el corazón del pedernal
Con la voluntad de la cáscara de un grano de arroz
yací en el cuerpo de un hombre
Confieso, sí, que amé como el antílope de Malaui
que trazó la circunferencia perfecta del aire
en su último salto
hacia el horizonte manchado del leopardo
--------
A Negma Coy, hermana maya kakchiquel.
A ti, que tienes un corazón emplumado
Tuve una vez un colibrí en la palma de mi mano
bastaron unos segundos
para que los latidos de su minúsculo corazón
me revelaran el peso y color exactos
de los océanos, los siglos, los vientos y los astros
y fui su néctar y su altura.
Al despegar la estrella fugaz de mis dedos
quedaron dos chispas de pluma
brillando en la geometría de las líneas de mi mano
una tan efímera como la belleza
otra tan frágil como el amor.
Y fue así como vino un día la diminuta flecha de jade
pequeño colibrí
a enseñarme las eternas formas de la nostalgia.
--------
Borges conoció la condescendencia
en una caricia sobre el lomo arqueado de Beppo
el gato más “remoto que el Ganges o el poniente”.
Stravinsky hizo de la música un pájaro de fuego
para los jardines encantados de Arcadia, su gata egea.
Pierre Bonnard descubrió en el lienzo
que el misterio apacible de la melancolía
tenía forma felina, la sinuosidad erótica de la luz.
Sentada en el filo del balcón está Fermina
espera en cada atardecer la reverencia del sol
que mansamente se diluye
entre las hendijas de sus pupilas amarillas.
Como Fermina, deseo no temer a la caída
como mi gata, tendré que alimentarme
de los abismos y la arrogancia de cada corazón
de pájaro devorado
--------
Detrás del postigo está Umi
con su rostro de jirones de aire
con su purísimo cuerpo saliendo
como una luna de carne y oro
de entre el celaje.
Bajo la ventana está Dai
con su deseo de pájaro terrígeno
con sus dedos de camelias
atravesando el cierzo de la madrugada.
Ámame en todas las formas posibles
ruega Dai.
Sabe merecido la hermosa tortura al tocar
los pies de Umi y descubrir en sus dedos
los primeros brotes de la primavera.
Toca el shamisen para mí
ordena Dai.
Y Umi comienza a sonar dentro del corazón de Dai.
Canta burbujas de caracoles apareándose
canta naranjas maduras desgajándose
se hacen uno, lentos y lúbricos
en la lengua solar de Umi.
Amanece en el jardín de peonías
unas ardillas que juegan a amarse
en la punta de una rama
dejan caer una hoja de arce
sobre el sueño de Dai.
Como cada madrugada
durante trescientos cincuenta y dos años
Dai entrega su corazón a la lengua de las mariposas
para que Umi se pierda en el reverso de la niebla
por siempre, desnuda de él.
Príapo
Altísimo astro inflamado de deseo
sabe el dios que en los jardines de orquídeas
hay otro animal primigenio esperando por él
llevan siglos esperando
sobrevivieron guerras, invasiones, cruzadas, biblias, pestes
y espadas de fuego
atravesaron océanos y fronteras.
Las criaturas flamígeras sudan
se saben, se reconocen, se desgajan
se muerden, se avivan, se tiemblan
se lamen la vieja herida de no verse
se alimentan con moluscos y flores
de sus propias aguas
metiéndose los dedos en sus bocas.
Están calientes como el pan
y como el pan se reparten y se comen
lamiendo las migas que van quedando regadas.
Príapo se humedece para humedecer
se hace mosto, almizcle
y en el jardín, todos se beben
se escurren por la comisura de sus bocas
se embriagan, se ríen, se bastan.
Se extravían en la profundidad retráctil de sus órganos.
Mare Nostrum, se cantan por dentro
bailan, vuelan, se arrastran
cuerpos traspasados
cuerpos injertados
higueras, manzanos, soles que zumban
y desvían la sangre.
Sacan sus corazones y los muerden
van silbando lascivia en las lenguas salivadas
se aman con el amor de los caballos en la llanura
se aman con el amor de los lobos en la estepa
se aman con el amor de las medusas en el océano
ondulantes
transparentes
dóciles
se abren, se cierran
uno dentro del otro.
Y el mundo vuelve a ser mundo de los primeros días
con la atroz desnudez del principio
de todas las cosas sin nombre.
Príapo, dios condenado, dios deseado y deseante
fecundo, devoto, altísimo pájaro de alas negadas
inunda estos jardines con tus peces orgásmicos
con tus serpientes y tus manzanos
nada podría darnos más alma.
Comments