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Foto del escritorRevista Lexikalia

POEMAS ESCOGIDOS — AUTORA INVITADA: BETSIMAR SEPÚLVEDA

Actualizado: 13 feb 2020



Poeta, cronista y fotógrafa (Rubio, Venezuela; 1974). Tiene cuatro libros publicados. Parte de su obra aparece en antologías en México, Colombia, Venezuela, Perú y España. Ha sido parcialmente traducida al inglés, francés, portugués, italiano y árabe.


Imparte talleres de escritura creativa en el Centro Cultural Comfandi y Promédico. Dirige el programa Poesía en la esquina del teatro Esquina latina de Cali. Es profesora invitada a la cátedra de literatura de la Universidad de Carolina del Norte en Durham y la Universidad de Tulane en New Orleans.


Desarrolla trabajo con comunidades en materia de reconstrucción de la memoria colectiva a partir de la escritura creativa.


Poemas escogidos

Voy de la transparencia a la luz

el frío

combate con sus siete rostros de ausencia

con su palabra Nunca

y sus crines blancas de hastío.


Me tiendo boca arriba al sol

a la orilla de ese horizonte impúdico

anticipado y espléndido

que es tu cuerpo

y hay un temblor febril en la línea

que nos diluye hasta adentro.


Somos la proximidad áurea

del delirio animal

ya no sé si voy de la comisura de mi sed

al vértigo de tu muslo primitivo

o viceversa.


Hazme de tu cuerpo

bien sabes cómo hacerlo

amor mío.

--------

Amé como el fuego que imperturbable

aguarda en el corazón del pedernal

Con la voluntad de la cáscara de un grano de arroz

yací en el cuerpo de un hombre

Confieso, sí, que amé como el antílope de Malaui

que trazó la circunferencia perfecta del aire

en su último salto

hacia el horizonte manchado del leopardo

--------

A Negma Coy, hermana maya kakchiquel.

A ti, que tienes un corazón emplumado


Tuve una vez un colibrí en la palma de mi mano

bastaron unos segundos

para que los latidos de su minúsculo corazón

me revelaran el peso y color exactos

de los océanos, los siglos, los vientos y los astros

y fui su néctar y su altura.


Al despegar la estrella fugaz de mis dedos

quedaron dos chispas de pluma

brillando en la geometría de las líneas de mi mano

una tan efímera como la belleza

otra tan frágil como el amor.


Y fue así como vino un día la diminuta flecha de jade

pequeño colibrí

a enseñarme las eternas formas de la nostalgia.

--------

Borges conoció la condescendencia

en una caricia sobre el lomo arqueado de Beppo

el gato más “remoto que el Ganges o el poniente”.

Stravinsky hizo de la música un pájaro de fuego

para los jardines encantados de Arcadia, su gata egea.

Pierre Bonnard descubrió en el lienzo

que el misterio apacible de la melancolía

tenía forma felina, la sinuosidad erótica de la luz.

Sentada en el filo del balcón está Fermina

espera en cada atardecer la reverencia del sol

que mansamente se diluye

entre las hendijas de sus pupilas amarillas.

Como Fermina, deseo no temer a la caída

como mi gata, tendré que alimentarme

de los abismos y la arrogancia de cada corazón

de pájaro devorado

--------

Detrás del postigo está Umi

con su rostro de jirones de aire

con su purísimo cuerpo saliendo

como una luna de carne y oro

de entre el celaje.


Bajo la ventana está Dai

con su deseo de pájaro terrígeno

con sus dedos de camelias

atravesando el cierzo de la madrugada.


Ámame en todas las formas posibles

ruega Dai.


Sabe merecido la hermosa tortura al tocar

los pies de Umi y descubrir en sus dedos

los primeros brotes de la primavera.


Toca el shamisen para mí

ordena Dai.

Y Umi comienza a sonar dentro del corazón de Dai.







Canta burbujas de caracoles apareándose

canta naranjas maduras desgajándose

se hacen uno, lentos y lúbricos

en la lengua solar de Umi.


Amanece en el jardín de peonías

unas ardillas que juegan a amarse

en la punta de una rama

dejan caer una hoja de arce

sobre el sueño de Dai.







Como cada madrugada

durante trescientos cincuenta y dos años

Dai entrega su corazón a la lengua de las mariposas

para que Umi se pierda en el reverso de la niebla

por siempre, desnuda de él.



Príapo

Altísimo astro inflamado de deseo

sabe el dios que en los jardines de orquídeas

hay otro animal primigenio esperando por él

llevan siglos esperando

sobrevivieron guerras, invasiones, cruzadas, biblias, pestes

y espadas de fuego

atravesaron océanos y fronteras.



Las criaturas flamígeras sudan

se saben, se reconocen, se desgajan

se muerden, se avivan, se tiemblan

se lamen la vieja herida de no verse

se alimentan con moluscos y flores

de sus propias aguas

metiéndose los dedos en sus bocas.


Están calientes como el pan

y como el pan se reparten y se comen

lamiendo las migas que van quedando regadas.


Príapo se humedece para humedecer

se hace mosto, almizcle

y en el jardín, todos se beben

se escurren por la comisura de sus bocas

se embriagan, se ríen, se bastan.


Se extravían en la profundidad retráctil de sus órganos.

Mare Nostrum, se cantan por dentro

bailan, vuelan, se arrastran

cuerpos traspasados

cuerpos injertados

higueras, manzanos, soles que zumban

y desvían la sangre.


Sacan sus corazones y los muerden

van silbando lascivia en las lenguas salivadas

se aman con el amor de los caballos en la llanura

se aman con el amor de los lobos en la estepa

se aman con el amor de las medusas en el océano

ondulantes

transparentes

dóciles

se abren, se cierran

uno dentro del otro.

Y el mundo vuelve a ser mundo de los primeros días

con la atroz desnudez del principio

de todas las cosas sin nombre.


Príapo, dios condenado, dios deseado y deseante

fecundo, devoto, altísimo pájaro de alas negadas

inunda estos jardines con tus peces orgásmicos

con tus serpientes y tus manzanos

nada podría darnos más alma.



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