Federico de Oliveira
Cali, Valle del Cauca
Estudiante de Licenciatura en Filosofía de la Universidad del Valle
Despertó sobresaltado en medio de la noche, escuchaba voces susurrando por el pasillo. ¿Quién anda ahí? ¿Niños?, ¿son ustedes? No hubo respuesta y las voces no se acallaron. Sacudió un poco a Martha para comunicarle lo que ocurría, pero ella permaneció inmóvil, siempre tuvo el sueño muy pesado. Se llenó de valor y salió de la cama.
Al abrir la puerta encontró el pasillo inundado en una oscuridad impenetrable, no fue capaz de distinguir ninguna silueta, pero el murmullo continuaba. Sin pensarlo más se lanzó a la espantosa negrura como quien pretende atravesar la garganta de un gigante. Aterrado, era incapaz de dar crédito a sus ojos: estaba de nuevo en la habitación, ahora sin Martha. Empezó a desesperar, tenía que ser un sueño. Corrió a buscarla entre las sábanas, las revolvió sin hallar nada. Intentó salir de nuevo, pero al cruzar el marco llegaba otra vez al cuarto. Gritó y maldijo cuanto pudo, sin embargo, nadie acudió a su encuentro.
Entre tanto, Martha y los niños temblaban abrazados bajo las cobijas, escuchando cómo la puerta se abría y se cerraba con violencia. Los tres rezaban sin descanso, con el llanto inundando sus gargantas, teniendo la esperanza de que alguien, donde sea, los iba a escuchar. Ahora que papá había partido se sentían más vulnerables que nunca.
Comments