¿Recuerdas Vanessa nuestros juegos a la tienda?
¿Recuerdas nuestros planes de campaña en tu cama?
¿Recuerdas las sábanas izadas en tu guerra
y los cuadros rojos de tu falda?
De tus labios de uva dabas de beber al herido.
Yo sorbía tus lágrimas caídas
y me curabas con vino desabrido.
Me pintabas heridas profundas
cuando partías a lejanas tierras.
Más allá de los abrazos
recuerdo tus marcas nacidas,
hoyuelos de venus en tu cintura,
mausoleos de mis dedos fríos.
Mis bípedos gestos de explorador
alunizaban sobre la mancha de tu barriga.
Tus rizos estirados como serpentinas
me mordían los dedos y las mejillas.
Tus rizos cortados entre un libro de mapas viejos
me daban la despedida.
¿Acaso no te han contado?
Hay un fantasma parecido a ti,
está en la foto que aún conservo,
ahí despeino tus rizos,
beso tus labios y mi sed sigue viva.
Le pinté un lunar a tu cara
porque el otro no lo encuentro,
he descubierto una cicatriz en tu ceja
y adivino la ubicación de tus marcas.
Hacia la gente mi índice y mi corazón
se extienden por saludo y por despedida,
una V muda abre de tajo mi mano,
le recordaba al mundo tu ausencia,
pero el mundo no lo sabía.
He pasado meses barriendo mi templo olvidando tú
huida.
Ahora gozo de insomnio,
mantengo una lámpara encendida,
visto de sábanas violetas las mesas y las sillas
para ahuyentar a los fantasmas.
Ahora espero un milagro
o un mensaje divino,
que vuelvas o te desvanezcas,
que llore el vino de tus ojos maduros
o embriagarme otra vez contigo.
Saúl Antonio Munévar Martínez
Cali, Valle del Cauca
Estudiante de Licenciatura en Literatura de la Universidad del Valle
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