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M

María Paula Afanador Cabal

Cali, Valle del Cauca

Estudiante de Licenciatura en Literatura, Universidad del Valle



Cali, agosto 4, 2021.


M,


El tiempo se extiende de una forma diferente ahora que no estás. Y ya no es una línea horizontal; es vertical, se apila sobre sí mismo como una torre de guijarros que amenaza con caer sobre mí en cualquier momento. No puedo recordar ni siquiera cuándo fue la última vez que comí. Sé que tuvo que haber sido en algún momento de las últimas veinticuatro horas, pero justo ahora no sabría decirlo con exactitud.


La última vez que te tuve a mi lado parece haber sido hace años ya y es difícil dimensionar que alguna vez nuestras pieles se tocaron. Pensar en eso no me causa tristeza, sólo extrañamiento. Una persona está, y luego ya no, y la vida sigue, como si nada, como si nunca. Cada ausencia es una pequeña muerte. La tuya me trajo un par de condolencias que en verdad eran felicitaciones. Es como si tu ausencia implicara mi presencia, amplificada.


Recuerdo que después de que todo terminó, me dijiste llorando que no podías creer cómo había borrado todo rastro de vos en mi vida tras un par de horas. Es una cosa cruel ese proceso, es verdad, pero no puedo decir que lo siento. No me dejaste otra opción. Tuve que borrar fotos, quemar cartas, bloquear tu número de teléfono, romper cada recuerdo. Es como si nunca hubieses pasado por aquí. En caso de tener que probarlo, sería mi palabra contra la mía, pues no queda ya ni una sola evidencia de que alguna vez te amé tanto que juré que mi pecho iba a estallar. Es aterradora, esta capacidad que tengo de barrer del todo un sentimiento y desterrarlo de mí. Miro por dentro con incredulidad, solo para comprobar que, en efecto, no hay ni una sola letra de tu nombre que siga adherida a mi corazón.


Anoche recibí las cosas que te pedí que me devolvieras. Entre ellas estaba la carta en la que te dije por primera vez que te amaba. Fue triste leerla de nuevo; quizá lo más triste fue saber tan lejana a la persona que la había escrito. Sabía que había sido yo, hace meses, y sentí ternura por mi yo del pasado, por la versión de mí que fue capaz de quererte más que a nada en el mundo. Pero ahora estoy tan lejos de esa tinta que dejó por escrito la audacia de un sentimiento. Sé que ahora soy otra persona, y probablemente vos también lo sos; así que de alguna forma, es como si nunca nos hubiésemos conocido, como si nuestras vidas nunca se hubiesen cruzado. Puedo respirar hondo y decir que pensar en eso solo me trae paz.


Quererte, igual que todas las veces anteriores, fue solo una puesta en escena. Era peligroso salirse del personaje. Era peligroso pensar que esa escena duraría para siempre. Pero mientras recitábamos un diálogo del mismo amor que se viene tejiendo hace cientos de millones de años, todo parecía tan real de repente bajo la luz de un reflector. La ficción que invocamos se nos disolvió en la boca. Y cuando bajaron el telón, fue difícil recordar cómo era el mundo de afuera antes de iniciar con esa obra que soñamos infinita. Ahora, es triste pensar que la persona que dejamos en ese escenario fue también fue real, aunque ya no exista. Es triste y a la vez reconfortante saber que ahora soy otra, tan diferente a la luz del día.


Sin amor,

María.



Ilustración: Karen Liseth Osorio Tenorio @karenosoriotatto @osten1996 / Cali, Valle del Cauca


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